E los navarrs que viiron lor seinnor empressar, dissons: Barons, anem, nostre seinnor gardar, e moran tuit ab el antz quel laissem forzar. Adoncs viratz tendre balestes de sarrar, e de lanzas ferir e atçonas lanzar, els navarrs en camisas zay e lai salteiar, el sarrazins quel viron nutz assi demenar, disson zo non son per Bafomet, antz par que sion vius diables quasils veden sautar, Quar els notemon mort, ni temon a nafrar, e ges ab aital gentz nos fa bon bataillar, e adoncs comenzeron vas Tunitz atornar, el pros reis de Navarra ab sas gentz ancalzar, si que per mei las portas les neferon entrar, adonc lo rei Tibalt presse a capdelar sas gentz e si lor diss: Barons, tornen gantar, e tuit teneron sen e feron son mandar sestots demoranza.

E lo reu Lodoys que era seinner de Franza anec lo acuillir ab molt dura semblanza e si li dis: Bel filtz, huey mávetz fait pesanza; Quar anc abgent sen fe failliment e enfanza, e si fossas vencutz, vostra fors l erranza, pero ondrada vetz per totz temps vostra lanza, per que es semblanza que totz bes nos enanza, e huaymas no metatz tota l ost en balenza.

El rei Tibalt respos alegre sens doptanza: Seinner en Jeshu Xripst es nostra esperanza. E si nos lui servent, more es ma semblanza e ma fe quel bratz dreit vendre de la balanza, e no i em per dormir, ni per dar beu ananza mas per alzar la fe de cels que es salvanza. Adoncs lo rei franzes per seinnal dámistanza baiset le en la boca ab molt alegranza, dont toltz nagron sabor.

2012/09/29

La Navarra Occidental II

  Hurrengo testua Tomas Urzainqui-k idatzitako "Navarra, sin fronteras impuestas" liburutik hartuta dago, 131. orrialdetik 134. orrialdera arte (seigarren kapituloaren bigarren ataletik, hain zuzen ere). Kasu honetan, Gaztelaren konkistaren ondoren nafar erregeek Bizkaiko lurrak berreskuratzeko egindako saiakerak aipatzen ditu. Ondoren, 900. urtetik Iruñeako dokumentazioan agertzen den tenentzia sistema azaltzen du, tenenteak zituen eskubideak eta betebeharrak zehaztuz.
  Azkenik, Bizkaia eta Durango lur eremu desberdinen inguruan dauden interpretazio ezberdinak jorratzen ditu, beti ere argi utziz Leongo erresumaren nagusitasuna Bizkaian ez dela gertakizun historiko bat, Asturiasgo eta Leongo gorteak eta haien kronistak zabaldutako ideia bat baizik.


      De la independencia al Señorío

Alfonso el Batallador, rey de Pamplona y Aragón, volvió a liberar los territorios ocupados de la Navarra occidental, reunificando el Reino bajo la autoridad real de Pamplona. Alfonso rompió con Urraca y se desencadenó una guerra irregular y cambiante.

Por el Tratado de Támara, acordado en 1.127 entre Alfonso I el Batallador y Alfonso VII de Castilla, se restauraron los límites que el Reino de Pamplona tenía durante el reinado de Sancho III El Mayor, según el acuerdo de límites con el Condado de Castilla de 1.016, conservándose las viejas tierras navarras de Bureba, Álava, Guipúzcoa, La Rioja y Vizcaya.

Poco antes de 1.134, el peregrino a Santiago, Aimeric Picaud, dejó constancia en el Codex Calixtinus de que los habitantes de Bizcaya y Álava eran navarros:
«In quibusdam horis eorundem, in Biscagia et Álava, dum Navarri se calefaciunt, vir mulieri et mulier viro verenda sua ostendunt».
«En algunas de sus regiones, sobre todo en Bizkaya y Álava, mientras los navarros se calientan, hombres y mujeres se muestran mutuamente sus vergüenzas».
El siguiente rey, García Ramírez el Restaurador (1.134-1.150) se tituló reinante en Pamplona, en Nájera, en Álava, en Bizkaia, en Guipúzcoa, Mozón y en Tudela.

Rey García Ramírez "el Restaurador"


Hacia 1.175 los castellanos invadieron Bizkaia. Después de que incumplieran el Laudio arbitral de Londres de 1.177, Castilla propusó a Navarra en 1.179 un documento en el que la Vizcaya nuclear quedaba en la órbita de la corona castellana, ya que el límite propuesto pasaba junto a Iziar y Durango, que permanecían dentro del reino navarro. Evidentemente, esta propuesta no fue aceptada. Ese mismo año, los vizcainos, enojados, arrancaron el mojón de Zornotza que formaba parte de la frontera impuesta por los castellanos. En 1.200 tuvo lugar la invasión general del Reino de Navarra por los castellanos de Alfonso VIII.
Sancho VI el Sabio hizo un último esfuerzo para atraerse al señor de Vizcaya, por mediación de Pedro Ruiz de Azagra, tenente navarro de Albarracín. En efecto, Diego López (II) de Haro casó en 1.180 con D.ª Toda, hija de Pedro Ruiz, pero el jefe de la casa de Haro prefirió traicionar definitivamente a Navarra y formar parte de la fuerza que el rey de Castilla lanzó finalmente sobre Vitoria en 1.200.


 Desde el año 900 se refleja en la documentación pamplonesa el sistema de tenencias, que son circunscripciones territoriales menores donde, designado y removido por el rey, un barón cumple ciertos deberes, tanto públicos como privados, y posee ciertos derechos concedidos por mano del rey «per manum regis», pero que no son hereditarios, jurisdiccionales ni feudales. Normalmente, las tenencias constaban de un núcleo fortificado y de un pequeño distrito territorial.
En muchas ocasiones el tenente podía poseer varias a la vez, aunque también se daba el caso contrario y estar regida una tenencia por varios tenentes simultáneamente en lugares de difícil defensa. Normalmente se les adjudicaba una tenencia en la frontera o cerca de ella, con evidentes funciones militares, y otra en el interior del reino, para la obtención de recursos y hombres que sirvieran para la mejor defensa de la tenencia fronteriza.
Las funciones del barón dentro de la tenencia, siempre en nombre del rey, eran, además de la defensa, la recaudación de tributos y la ejecución de la justicia.
Andrés E. Mañaricua, en su obra Vizcaya, siglos VIII a XI. Los orígenes del Señorío, desmiente la presencia castellana incluso para los descendientes de Fernán Gonzáles. Este territorio occidental se hallaba en una floreciente monarquía, el Reino de Pamplona, que demostró ser la más fuerte del siglo X entre los reinos cristianos peninsulares.


El documento donde se cita por primera vez al conde en Vizcaya es el texto navarro de las Genealogías de Roda, donde aparece citado un Momo como comitis Bizcahiensis, el cual casa con una hija del rey de Navarra, Sancho Garcés.
Además, la no existencia de documentación sobre Vizcaya en estas fechas no implica su fusión con Álava, y mucho menos una dominación por los condes castellanos. Es simplemente una carencia documental de una tierra en la retaguardia de la frontera vascona y alejada de los centros políticos o monásticos que la hubiesen reflejado en sus documentos.
La aparición de Eneko Lúpiz en la documentación pamplonesa como señor o conde de Vizcaya no supone la creación de un nuevo condado, sino la aparición en la documentación de un territorio que comienza a adquirir importancia dentro del reino pamplonés.
Para 1.076, en el último documento donde aparece el ya traidor Eneko Lúpiz, el rey confirma los documentos relativos a Vizcaya es Alfonso VI de Castilla, tras el asesinato del Rey de Pamplona Sancho el de Peñalén y la invasión castellana de Navarra. Ese mismo año le sucederá su hijo Lope Enekez, quien ya había sido tenente del Rey de Pamplona Sancho IV el de Peñalén en Alberite (1.074), que mantenía en sus manos Álava, Vizcaya y Guipúzcoa.
La única mención fidedigna de Durango es en el citado documento de 1.051, en el que Eneko Lúpiz se intitula como «dux in illa piltria que uocitatur Bizcaia et Durango».
Sin embargo, existe un documento dudoso por las diferentes interpretaciones que ha sufrido, en el que aparece de nuevo Durango. El problema estriba en que menciona a un señor diferente a Eneko Lúpiz. Cita, además con el título «comité», a un tal Munio Sánchez. Varios autores han discutido el tema, pero las dudas son importantes. Únicamente se puede extraer la conclusión de que Durango es un territorio ya delimitado, que más tarde formará la Merindad de Durango y que estaba gobernada por un tenente.
Como conclusión, pese a que se ha supuesto por la historiografía española un dominio astur-leonés en la zona, anterior al Reino de Pamplona, resultaría más una idea de dominio lanzada desde la corte asturiana y sus cronistas, que de una realidad.
El rey de Pamplona y Aragón, Alfonso I el Batallador, recuperó en 1.109 todo el territorio navarro situado en la cabecera del Ebro hasta el límite con la cuenca del río Duero. Navarra defendió su frontera en los montes de Oca hasta 1.176, en que fueron cayendo, una detrás de otra, ciudades y localidades navarras como Belorado, La Calzada, Nájera, Calahorra, Logroño, Haro, Arnedillo, Arnedo, etc. Tras la conquista, estas ciudades fueron entregadas por el rey de Castilla a los nobles, civiles y eclesiásticos, que le habían ayudado en la invasión. En algunos casos, repartiendo o compartiendo la jurisdicción entre el Rey de Castilla y los beneficiarios.

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