Azkenik, Bizkaia eta Durango lur eremu desberdinen inguruan dauden interpretazio ezberdinak jorratzen ditu, beti ere argi utziz Leongo erresumaren nagusitasuna Bizkaian ez dela gertakizun historiko bat, Asturiasgo eta Leongo gorteak eta haien kronistak zabaldutako ideia bat baizik.
De la independencia al Señorío
Alfonso el Batallador, rey de
Pamplona y Aragón, volvió a liberar los territorios ocupados de la Navarra occidental,
reunificando el Reino bajo la autoridad real de Pamplona. Alfonso rompió con
Urraca y se desencadenó una guerra irregular y cambiante.
Por el Tratado de Támara, acordado en
1.127 entre Alfonso I el Batallador y Alfonso VII de Castilla, se restauraron los
límites que el Reino de Pamplona tenía durante el reinado de Sancho III El
Mayor, según el acuerdo de límites con el Condado de Castilla de 1.016,
conservándose las viejas tierras navarras de Bureba, Álava, Guipúzcoa, La Rioja y Vizcaya.
Poco antes de 1.134, el peregrino a
Santiago, Aimeric Picaud, dejó constancia en el Codex Calixtinus de que los habitantes de Bizcaya y Álava eran
navarros:
«In quibusdam horis eorundem, in Biscagia et Álava,
dum Navarri se calefaciunt, vir mulieri et mulier viro verenda sua ostendunt».
«En algunas de sus regiones, sobre todo en Bizkaya
y Álava, mientras los navarros se calientan, hombres y mujeres se muestran
mutuamente sus vergüenzas».
El siguiente rey, García Ramírez el
Restaurador (1.134-1.150) se tituló reinante en Pamplona, en Nájera, en Álava,
en Bizkaia, en Guipúzcoa, Mozón y en Tudela.
Rey García Ramírez "el Restaurador" |
Hacia 1.175 los castellanos
invadieron Bizkaia. Después de que incumplieran el Laudio arbitral de Londres
de 1.177, Castilla propusó a Navarra en 1.179 un documento en el que la Vizcaya nuclear quedaba en
la órbita de la corona castellana, ya que el límite propuesto pasaba junto a
Iziar y Durango, que permanecían dentro del reino navarro. Evidentemente, esta
propuesta no fue aceptada. Ese mismo año, los vizcainos, enojados, arrancaron
el mojón de Zornotza que formaba parte de la frontera impuesta por los
castellanos. En 1.200 tuvo lugar la invasión general del Reino de Navarra por
los castellanos de Alfonso VIII.
Sancho VI el Sabio hizo un último
esfuerzo para atraerse al señor de Vizcaya, por mediación de Pedro Ruiz de
Azagra, tenente navarro de Albarracín. En efecto, Diego López (II) de Haro casó
en 1.180 con D.ª Toda, hija de Pedro Ruiz, pero el jefe de la casa de Haro
prefirió traicionar definitivamente a Navarra y formar parte de la fuerza que
el rey de Castilla lanzó finalmente sobre Vitoria en 1.200.
Desde el año 900 se refleja en la
documentación pamplonesa el sistema de tenencias, que son circunscripciones
territoriales menores donde, designado y removido por el rey, un barón cumple
ciertos deberes, tanto públicos como privados, y posee ciertos derechos
concedidos por mano del rey «per manum regis», pero que no son hereditarios, jurisdiccionales ni
feudales. Normalmente, las tenencias constaban de un núcleo fortificado y de un
pequeño distrito territorial.
En muchas
ocasiones el tenente podía poseer varias a la vez, aunque también se daba el
caso contrario y estar regida una tenencia por varios tenentes simultáneamente
en lugares de difícil defensa. Normalmente se les adjudicaba una tenencia en la
frontera o cerca de ella, con evidentes funciones militares, y otra en el
interior del reino, para la obtención de recursos y hombres que sirvieran para
la mejor defensa de la tenencia fronteriza.
Las
funciones del barón dentro de la tenencia, siempre en nombre del rey, eran,
además de la defensa, la recaudación de tributos y la ejecución de la justicia.
Andrés E.
Mañaricua, en su obra Vizcaya, siglos VIII
a XI. Los orígenes del Señorío, desmiente la presencia castellana incluso
para los descendientes de Fernán Gonzáles. Este territorio occidental se
hallaba en una floreciente monarquía, el Reino de Pamplona, que demostró ser la
más fuerte del siglo X entre los reinos cristianos peninsulares.
El
documento donde se cita por primera vez al conde en Vizcaya es el texto navarro
de las Genealogías de Roda, donde
aparece citado un Momo como comitis
Bizcahiensis, el cual casa con una hija del rey de Navarra, Sancho Garcés.
Además, la
no existencia de documentación sobre Vizcaya en estas fechas no implica su
fusión con Álava, y mucho menos una dominación por los condes castellanos. Es
simplemente una carencia documental de una tierra en la retaguardia de la
frontera vascona y alejada de los centros políticos o monásticos que la
hubiesen reflejado en sus documentos.
La
aparición de Eneko Lúpiz en la documentación pamplonesa como señor o conde de
Vizcaya no supone la creación de un nuevo condado, sino la aparición en la
documentación de un territorio que comienza a adquirir importancia dentro del
reino pamplonés.
Para
1.076, en el último documento donde aparece el ya traidor Eneko Lúpiz, el rey
confirma los documentos relativos a Vizcaya es Alfonso VI de Castilla, tras el
asesinato del Rey de Pamplona Sancho el de Peñalén y la invasión castellana de
Navarra. Ese mismo año le sucederá su hijo Lope Enekez, quien ya había sido
tenente del Rey de Pamplona Sancho IV el de Peñalén en Alberite (1.074), que
mantenía en sus manos Álava, Vizcaya y Guipúzcoa.
La única
mención fidedigna de Durango es en el citado documento de 1.051, en el que
Eneko Lúpiz se intitula como «dux in illa
piltria que uocitatur Bizcaia et Durango».
Sin
embargo, existe un documento dudoso por las diferentes interpretaciones que ha
sufrido, en el que aparece de nuevo Durango. El problema estriba en que
menciona a un señor diferente a Eneko Lúpiz. Cita, además con el título «comité», a un tal Munio Sánchez. Varios autores han discutido el tema,
pero las dudas son importantes. Únicamente se puede extraer la conclusión de
que Durango es un territorio ya delimitado, que más tarde formará la Merindad de Durango y que
estaba gobernada por un tenente.
Como
conclusión, pese a que se ha supuesto por la historiografía española un dominio
astur-leonés en la zona, anterior al Reino de Pamplona, resultaría más una idea
de dominio lanzada desde la corte asturiana y sus cronistas, que de una
realidad.
El rey de
Pamplona y Aragón, Alfonso I el Batallador, recuperó en 1.109 todo el
territorio navarro situado en la cabecera del Ebro hasta el límite con la
cuenca del río Duero. Navarra defendió su frontera en los montes de Oca hasta
1.176, en que fueron cayendo, una detrás de otra, ciudades y localidades
navarras como Belorado, La
Calzada, Nájera, Calahorra, Logroño, Haro, Arnedillo, Arnedo,
etc. Tras la conquista, estas ciudades fueron entregadas por el rey de Castilla
a los nobles, civiles y eclesiásticos, que le habían ayudado en la invasión. En
algunos casos, repartiendo o compartiendo la jurisdicción entre el Rey de
Castilla y los beneficiarios.
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