Hurrengo testua Tomas Urzainquiren "Navarra, sin fronteras impuestas" liburutik hartuta dago, 126. orritialdetik 130. orriraldera arte (seigarren kapituloaren lehenengo ataletik, hain zuzen ere). Bertan, Bizkaiaren jatorriari buruz dauden bertsio ezberdinak aipatzen ditu idazleak eta beretzat logikoena zein den arrazoitzen du.
Nafarroako erresumaren mugak babesteko, Nafarroako errege ezberdinek mugan zeuden lurraldeetan euren gorteko konfiantzazko pertsonak ezartzen zituen "tenente" moduan. Gobernadore soil batzuk besterik ez ziren, euren lurrak kudeatu eta etsaien erasoetatik babesteko. Aipatzekoa da titulu hauek ez zirela hereditarioak eta beti Nafarroako erregeren aurrean erantzun beharra zeukatela tituludunek. Horrela zegoen antolatuta Nafar erreinua, eta noski, Bizkaia (Arabaren tenentziaren barruan sartzen zena) eta baita Durangaldea ere.
Argi geratzen da, beraz, Bizkaia Nafarroa zela, kastillak konkistatu baño lehen (Bizkaitar tenente baten traizioaren ondorioz).
Del mito de Jaun Zuria y de la realidad del traidor Eneko Lupiz, primer
señor de Vizcaya.
(…) La lucha de los vascones contra
las incursiones del poder tradición goda de leoneses y asturianos, está probada
documentalmente, así como con referencia a los alaveses. En este contexto, la
batalla de Arrigorriaga pudo ser posible hacia el año 870 contra el rey de
Asturias Alfonso III. Según las creaciones míticas posteriores, los vizcaínos,
victoriosos y ayudados por los durangueses, nombraron con esa ocasión al primer
señor de Vizcaya, a Jaun Zuria. Este
falso escrito se dio a conocer en 1620, al parecer, por don Lorenzo Ramírez del
Prado, pero se ha comprobado que se trata de una invención del jesuita Jerónimo
Román de la Higuera,
quien tomo de Lope García de Salazar el nombre de Jaun Zuria. Éste, habría sido hijo de una princesa escocesa
desembarcada en Mundaka y de un «duende-casa», hermano desterrado de un rey de
Inglaterra.
El historiador Gurrutxaga, tras
estudiar esta versión legendaria, concluye que sus personajes son históricos.
Según él, y a tenor de la genealogía de Lope García de Salazar, la princesa de
Escocia corresponde a la princesa Navarra Belasquita, hija de Sancho I y de la
reina Toda –como lo indica el Códice de
Roda-. Y según la genealogía del conde Barcelós, portugués, el
«duende-casa» que la fecundó habría sido el primer señor de Vizcaya, que no es
otro que el navarro Fortún Galindones, tenente de Nájera y tercer esposo de la
princesa Belasquita, según nos descrubre el mismo Códice de Roda.
El afán genealogista de dar
antecedentes ilustres y exóticos a las familias gobernantes, unido al juego de
la etimologías, convirtió a Belasquita o Belascota (Bela-Scota) en princesa
escocesa, al conde Mome (en euskara momo, «fantasma») en «duende-casa», y a Fortún Galindones (viendo en
Galindones la raíz galen o galense, de Gales) en príncipe galés.
En realidad, el primer «conde de
Vizcaya» que aparece en la historia es Eneko Lúpiz, un tenente Navarro –señor
sin jurisdicción ni dominio feudal-. Lo fue en el reinado de Sancho III el
Mayor, y aparece citado en un documento del año 1033.
En 1050, el rey de Pamplona donó un
término de La Rioja
al monasterio de San Millán de Yuso, y el documento de donación lo firman el
rey de Pamplona, García de Nájera, junto con otros señores navarros, entre los
que se encuentran el conde de Álava, Munio Muñoz, y el conde de Vizcaya, Eneko
Lúpiz, en realidad tenentes.
En 1051 Eneko Lúpiz donó Santa María
de Izpea y su decanía de Bereizi, en Busturia, contando el documento de
donación con la confirmación del rey de Pamplona, García el de Nájera, y la del
obispo de Álava. También en 1051, el mismo rey de Pamplona ordenó respetar a
los señores laicos la libertad de los monasterios vizcaínos, contando el documento
con el testimonio del mismo conde Navarra Eneko Lúpiz.
En 1052, García el de Nájera donó el
patronato y diezmos de Santa María de Barrika al monasterio de Santa María de
Nájera, confirmando el documento el tenente navarro Eneko Lúpiz.
En 1053, Eneko Lúpiz y su mujer doña
Toda donaron a San Juan de la
Peña varias propiedades en San Juan del Castillo (Bakio), así
como el lugar de Erkoreka, en el término de Bermeo.
También se ve a Eneko Lúpiz, con el
título personal de conde en Vizcaya, confirmar otras escrituras reales del
Reino, como las donaciones relativas del Valle de Salazar y de las cercanías de
Pamplona.
En 1070, Mome Munuz donó bienes en
Mundaka al monasterio de San Juan de la
Peña, reinando el rey de Pamplona Sancho IV el de Peñalén;
confirmaron la donación los obispos del Reino, Fortunioo de Araba y Bizkaia, y
Belasio de Pamplona.
En 1072, el rey Sancho IV el de
Peñalén donó el monasterio de Iurreta al monasterio de San Millán,
confirmándolo los señores y obispos del Reino.
En 1075 hubo una transacción entre el
abad de San Millán y el de Abadiano sobre la posesión del lugar de Arandia (en
Iurreta). Se hizo el pacto de modo que quien lo rompiera pechara al Rey de
Pamplona, Sancho IV el de Peñalén, la cantidad de 500 sueldos.
El mismo año de 1075, Lope Sangiz
donó al monasterio de San Millán varias iglesias alavesas y vizcaínas, con la
confirmación del rey de Pamplona Sancho IV y la firma de tres obispos del Reino
–los de Pamplona, Nájera y Armentia-, dos abades y varios señores, figurando
entre ellos el señor de Gipuzkoa.
Sancho IV el de Peñalén |
En 1076, instigados por Castilla, los
hermanos del rey Sancho IV le asesinaron en Peñalén, tratando de sucederle en
el trono. El reino los repudió y se refugiaron en Castilla. Alfonso IV de
Castilla invadió el reino mientras Sancho Ramírez fue llamado por los navarros
para coronarlo Rey en Pamplona y echar al castellano. De momento, el occidente
del Reino, menos San Sebastián, quedo ocupado por Castilla, y el resto siguió
como reino unido con Aragón. No mucho después, murió el conde Eneko de Vizcaya
y el rey de Castilla desposeyó a los suyos de Nájera. A cambio, le dieron a su
hijo y sucesor, Lope, el dominio del Duranguesado, Álava y parte de Guipúzcoa,
es decir la Navarra
marítima, excluyéndose La Rioja. El
asesinado Sancho IV, llamado desde entonces «el de Peñalén», se titulaba en sus
documentos «reinante
en Pamplona, Nájera, Álava y Vizcaya».
Duranguesado |
No podemos
penetrar en las intenciones que Eneko Lúpiz y su familia abrigaron al abrir al
castellano las puertas de Navarra en La Rioja, cuya custodia les habría sido confiada por
su rey Sancho IV, ni sabemos si habían tomado parte en la conspiración que le
costó la vida a éste; pero como confirma Anacleto Ortueta, conocemos las
consecuencias que se derivaron de su proceder, que para Navarra significaron la
ruptura temporal de su unidad plítica y cultural, y para Castilla la
incorporación circunstancial del territorio de la actual La Rioja. También, la preparación
de la conquista de Álava, Vizcaya y Gipuzkoa, pues todo el siglo XII siguieron
formando parte del reino de Navarra.
A Lope
Iñiguez, le supuso la adquisición del señorío de Haro a título hereditario para
sus sucesores, y tras la conquista de 1200, la creación en Vizcaya de un
señorío jurisdiccional hereditario. En premio a su conducta, recibió también
los señoríos de Álava y Guipúzcoa, aunque su familia no consiguió mantenerse en
ellos.
Para poder
juzgar esta conducta es necesario conocer los motivos por los que estaban al
frente de esas estratégicas fortalezas. Hemos visto que Eneko Lúpiz, conocido
como primer señor de Vizcaya, se le tiene por hijo de un Lope Íñiguez, tenente
de Navarra, que figura en el año 996 como caballerizo mayor del rey de
Pamplona, García IV el Tembloroso. En 1001 aparece como «Botiller» del rey de Pamplona, Sancho
III el Mayor, cargo que seguía ostentando en 1011. En 1015 se le ve en la corte
de Sancho III el Mayor, como tenente en Marañón, y en 1020 sigue ostentando el
título de Botiller. Se le ve en la misma corte en los años 1023 y 1024, lo
mismo que en 1031 como tenente en Azagra, y en 1032 como tenente en Arrosta
(Ruesta). Nunca aparece con el título de señor de Vizcaya. Aunque, en realidad,
el significado que tenía en Navarra el término «señor», era el de gobernador o tenente de plazas y
territorios, un cargo público a disposición del Rey, que no era hereditario.
Sancho III El Mayor |
Continúa
relatando Anacleto Ortueta que Eneko Lúpiz figura en la corte de Pamplona desde
1033, donde firma como «Conde Eneko López de Vizkaya» en una escritura que Sancho III el Mayor de
Navarra extiende en Oña. En 1042 figura como «Eneko Lúpiz de Vizkaya Maestrasala», y en 1043 como «D. Eneko López de Bizkaya», lo mismo que en 1046, 1047 y
en 1050, siempre en la corte de Navarra. También siguió figurando después de la
muerte del rey de Pamplona García el de Nájera. En 1058 y 1071 aparece, sin
título alguno, como «Eneko López»; en 1072 lo hace como señor de Nájera y señor de Vizcaya; en 1073 como
señor de Nájera y Bilibio, y en 1075 como señor de Vizcaya y Nájera.
A su hijo
Lope Íñiguez, después de señor de Vizcaya, se le ve en la corte del Rey de
Pamplona desde 1057. En 1063 y en 1066 lleva el empleo de «Ofertor», y en 1075 y 1076 el de «Caballerizo Mayor». En este año figura como
señor de Bilibio.
Los otros
hijos de Eneko López, don García, don Galindo y don Fortuño, figuran también en
la corte de Navarra en puestos principales, y al último –después de que don
Lope se enajenó de Navarra- se le ve con el cargo de Alférez Real de Sancho
Ramírez, rey de Pamlona y Aragón, hasta su muerte en 1089. El mismo cargo lo
había desempeñado ya en los últimos años de Sancho IV el de Peñalén.
Eneko
López murió al poco tiempo de la entrada de los castellanos en el actual
territorio de La Rioja,
pero parece que fue testigo y actor principal en ella, pues en el año 1076, llamándose
por la gracia de Dios conde de Vizcaya, hacía donación a San Millán de la villa
de Camprobin, diciendo «compré del rey Sancho [el de Peñalén] mi señor». No dice tener gobierno en
Nájera, y como la escritura calenda «Reinando en toda España el rey D. ALfonso», parece que fue hecha antes
de la ocupación de La Rioja
por éste. Entonces, España comenzaba al Sur de los montes de Oca.
Según Ancleto Ortueta, Labayru
califica el proceder de Lope Íñiguez de «ejemplo altamente político», ofuscado por un mal
entendido vizcainismo, y que su opinión de que lo hizo para «salvar la independencia civil
de su señorío de Vizcaya» obedece a un juicio anacrónico. En otra valoración sobre el mismo Lope
Íñiguez y su suegro, dice Labayru que:
«con la discreta mira de evitar una sangrienta colisión
civil en aquellas circustancias en que no era posible reconstituir el reino que
se quedó inesperadamente sin jefe, y con dos poderosos ejércitos de ocupación
que se derramaron apoderándose de la tierra, ya se habían presentado a tiempo a
D. Alfonso reconociéndole Soberano por el momento […] D. Lope Íñiguez y su
suegro siguieron ocupando los mismos puestos militares de antes».
Sin embargo, Labayru comprende toda
la trascendencia que para Navarra tuvo la traidora actuación de Eneko Lúpiz y
su hijo Lope Íñiguez, y que ella fue iniciadora de su ruina, pues así lo
expresa claramente en su Historia de
Vizcaya (tomo II, cap. VI):
«D. Fortunio Íñiguez siguió en Navarra, y Lope Íñiguez se adhirió a
Castilla. Sagazmente se condujo este último, pues así salvó la independencia de
su señorío de Vizcaya, y con esto consiguió D. Alfonso el alto poder en Álava y
Guipúzcoa. Sin que estas tierras perdiesen su vida política, su libertad civil,
sus caballeros pasaron a prestar al castellano el servicio que antes dieron a
los monarcas de Pamplona. Sin embargo, hay que tener presente que, desde este
suceso de 1076, empezaron los estados vascos a sufrir ataques en su
independencia».
Labayru
pretende convertir la conquista y dominación feudal de Vizcaya en la salvación
de la independencia y en el respeto de los derechos civiles, cuando fue todo lo
contrario.
El tenete
de Nájera era un cargo de gran responsabilidad, por la importancia de dicha
ciudad y su comarca, al ser plaza fuerte principal frente a Castilla. Esta
tenencia, que requería toda la confianza del rey de Navarra, le había sido
conferida a Eneko Lúpiz hacía pocos años, lo mismo que la fortaleza de Bilibio,
llave de La Rioja,
que fue confiada a su hijo Lope Íñiguez en 1076. El suegro de éste también
tenía las tenencias de Montes de Oca y Pedroso. Se ve, pues, que la posibilidad
de que Alfonso VI de Castilla pudiera apoderarse de parte del territorio de la
actual La Rioja
dependió de ellos.
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