E los navarrs que viiron lor seinnor empressar, dissons: Barons, anem, nostre seinnor gardar, e moran tuit ab el antz quel laissem forzar. Adoncs viratz tendre balestes de sarrar, e de lanzas ferir e atçonas lanzar, els navarrs en camisas zay e lai salteiar, el sarrazins quel viron nutz assi demenar, disson zo non son per Bafomet, antz par que sion vius diables quasils veden sautar, Quar els notemon mort, ni temon a nafrar, e ges ab aital gentz nos fa bon bataillar, e adoncs comenzeron vas Tunitz atornar, el pros reis de Navarra ab sas gentz ancalzar, si que per mei las portas les neferon entrar, adonc lo rei Tibalt presse a capdelar sas gentz e si lor diss: Barons, tornen gantar, e tuit teneron sen e feron son mandar sestots demoranza.

E lo reu Lodoys que era seinner de Franza anec lo acuillir ab molt dura semblanza e si li dis: Bel filtz, huey mávetz fait pesanza; Quar anc abgent sen fe failliment e enfanza, e si fossas vencutz, vostra fors l erranza, pero ondrada vetz per totz temps vostra lanza, per que es semblanza que totz bes nos enanza, e huaymas no metatz tota l ost en balenza.

El rei Tibalt respos alegre sens doptanza: Seinner en Jeshu Xripst es nostra esperanza. E si nos lui servent, more es ma semblanza e ma fe quel bratz dreit vendre de la balanza, e no i em per dormir, ni per dar beu ananza mas per alzar la fe de cels que es salvanza. Adoncs lo rei franzes per seinnal dámistanza baiset le en la boca ab molt alegranza, dont toltz nagron sabor.

2012/08/15

Epitalamio de Pamplona

     "El epitalamio de Pamplona" Leodegundiari (Asturiasgo Ordoño I.aren alaba) eskeinitako bertso batzuk dira, Garcia Iñiguez nafar erregearen eta printzesaren arteko ezkontzan abestu zena. Hogeita bederatzi ahapaldiz osatuta dago, eta idatzita dagoen jatorrizko hizkuntzan, latina, ahapaldi bakoitzaren lehenengo letra hurrenez hurren jarriz gero hurrengo esaldia osatzen da: "Leodegundia pulcra Ordonii Filia". Hona hemen bertsoa gaztelaniara itzulita:

 
Versi Domma Leodegundia regina

I
Brote copioso raudal de dulces loas, tan dulces como los arpegios de la flauta,
y batamos palmas celebrando jubilosos a la excelsa hija de Ordoño,
Leodegundia.


II
Flor precadísima de famosa estirpe regia, ornamento de la alcurnia de su
padre, gloria encumbrada de la de su madre.

III
Con hímnicas canciones de alegre melodía alabemos sus virtudes esplendentes,
su aclamadafacundia, su pregrino saber en humanas letras y sagradas
disciplinas.

IV
Siempre rutila en su rostro la belleza y en su gesto de señora la modestia y la
gracia en todo cuanto toca con su mano ordenadora.

V
¡Feliz aquel que, a fuer esposo, es dueño ya de la castaLeodegundia, de Dios
bendita y de los hombres santamente amada!

VI
¡Gozáos sus bienhadados familiares! ¡Gozáos otra vez y otra! Y entonad un
cántico de blando ritmo a vuestra noblísima matrona.

VII
Un canto que, escalando como una oración las celestes cumbres, alcance para
ella el don de perdurable dicha, el premio de robustos y fecundos hijos y el
consuelo de constantes amistades.

VIII
Tomes sus plectros los diestros citaristas y pueblen los aires con gratas
armonías tetracordes en honor de Leodegundia.

IX
¡Pamploneses, loa da Leodegundia; loadla unidos en concertado coro, al
compás de las melosas tibias y las liras resonantes!

X
Loadla sin cesar. Su corazón hidalgo os ama cual si fuerais de antiguo cosa
suya.


XI
¡Deudos, amiges predilectos! Vosotros los que sabéis como es la hija muy
amada reviven la sabiduría y majestad paternas, congratuladla también y
aclamadla.

XII
¡Oh, tú, hemosa soberana! Escucha la dulce melodía que al son de apacibles
caramillos cantan tus servidores.

XIII
Cantan que seas dichosa, de Dios sierva buena, de huérfanos y pobres
soberana próvida, de todos tus súbditos reverenciada y obedecida.

XIV
Y que el cielo, con su luz resplandeciente, te dirija y que huya de ti la sombra
del pecado, siempre observante de la santa ley, siempre grata del Altísimo.

XV
Canción digna de tu. ¡Ea! Repetidla todos. No haya uno solo que se retraiga en
este magnífico concierto de sonoras voces. Se alegrarán los que te aman.

XVI
¡Y como resuena el eco de la deliciosa sinfonía en las estancias de la mansión
real!

XVII
Es la hora del festín. Ya los coperos preparan en vaso afortunado el suave
néctar que ha de escanciar la reina, y en conveniente pátera la dulcísima
ambrosía que regocijará su rostro bello.

XVIII
Ya los íntimos y optímales ocupan sus puestos al lado de los reyes, en torno de
la mesa repleta de manjares exquisitos.

XIX
Ya comienza el banquete. La cruz de Cristo bendice la regias viandas,
destinadas también por ley piadosa a los mendigos.


XX
La oración de los humildes a favor de los reyes generosos es recibida siempre
en las alturas.

XXI
Acudan ahora los cantores a presencia de los dignos comensales y al Dios por
quien vivimos consagren las primicias de sus más delicadas melopeas.

XXII
¡Lejos de aquí las escandalosas canciones bufonescas de bárbara alegría!
Comamos y bebamos loando al Señor.

XXIII
Sea, pues, para el Rey de Reyes el primer acorde de liras y de címbalos y el
primer himno del coro que en este cenáculo se escuche.

XXIV
Y alaben después al excelente príncipe que nos ha concedido el amor de la
esclarecida Leodegundia.

XXV
Canten así: ¡Vive feliz y en amistad de Cristo; gobierna en paz el heredado
reino; jamás triunfen de ti tus enemigos!

XXVI
Sé fiel seguidor de la balnda ley de Dios, la ley que a los mansos y humildes conduce al reino eternal.
XXVII
Asiste piadoso y confiado al templo del Señor y allí llora y purifícate.

XXVIII
Allí elevarán tu mente los sublimes cantos religiosos; allí te confortará la
palabra de vida que el Redentor del mundo donó a los que le aman.

XXIX
¡Oh, doña Leodegundia! ¡Salud! Que Dios te guarde siempre, y que tras
dilatados días en compañia de los santos reines también en Cristo. Amén.

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